Proceso Creativo

Hacía más de un año que veía a esta persona viviendo a la intemperie, exactamente en la misma cuadra del edificio de departamentos donde vivo en Buenos Aires. Estaba siempre sentado en un escalón de la vereda, con sus pertenencias prolijamente guardadas en un carrito de supermercado, leyendo o escribiendo y escuchando música clásica en la radio. El suyo no era el physique du rôle. ¿Quién es? ¿Por qué vive en la calle? ¿Cómo llegó a esta situación? Llena de preguntas como estaba, sin embargo me resultaba difícil acercarme a él. Pensaba que aún cuando viviera en la calle, este era su refugio y no quería violentar su precaria privacidad. Empecé a idear formas de acercamiento. Un día encontré el objeto mediador: un carrito de viaje que tenía en casa. Se lo ofrecería por si lo necesitaba para guardar sus pertenencias. Lo aceptó complacido y nos presentamos. Su nombre: Ramón Rojas, hablaba español pero no era argentino. Ramón nació en Paraguay y hablaba con un acento de español culto, muy diferente del acento guaraní de la mayoría de los inmigrantes paraguayos de la Argentina. En los días y semanas siguientes, pasaba por su reducto para charlar con él. Siendo de la misma generación, rápidamente encontramos temas de interés común: el realismo mágico de la literatura latinoamericana, los films de la Nouvelle vague y de Bergman, la música clásica y la popular de los años 60 y 70, etc..

Con el correr de los días, me di cuenta de que aunque todavía no tenía respuesta a mis preguntas iniciales, su manera de hablar articulada y profunda me convirtió en una escucha atenta de lo que él ansiaba comunicar, hubo empatía entre nosotros. A Ramón le gustaba hablar, tanto como a mí escucharlo. Fue entonces que se me ocurrió (y decidí proponerle) filmar un documental sobre él, algo así como su retrato. Aceptó mi propuesta un tanto sorprendido y pronto me pidió el guión. (Su experiencia pasada en periodismo por Argentina y Sudamérica, y como libretista y guionista de videos documentales explica su pedido). Le dije que no habría guión para el documental, que todo sería espontáneo y fresco y entonces me replicó: «Pues entonces será un trabajo tipo Eisenstein, todo montaje»… Comentarios como este aumentaban mi confianza en el proyecto.

También le propuse pagarle una cantidad de dinero que podía costear por cada día de trabajo de filmación. Quería que fuera para el una vivencia de trabajo y que tuviera dinero para sus necesidades básicas, hasta que yo eventualmente obtuviera un subsidio municipal para pagarle su trabajo y el proceso de post-producción. (Incidentalmente, nunca obtuve ese subsidio.) Durante el rodaje, tuve que embalar una instalación para una exposición en Río Gallegos, al sur de Argentina. Como Ramón era tan prolijo y cuidadoso con sus propias pertenencias, le pedí que me ayudara a embalar la obra de arte. Esta acción colaborativa en mi estudio también fue registrada en un video de 2' separado que se titula «Envoltorios», 2008.

Para la filmación usé una cámara digital Sony, trípode y un micrófono corbatero, mi hija ayudó con el trabajo de cámara. La mayor parte del rodaje de exteriores fue en su propio entorno, (de día o de noche, preferiblemente en fines de semana): las calles, negocios del barrio y plazas, generalmente se trasladaba con su carro. Durante el rodaje pude descubrir cuántos amigos había hecho en el barrio. Por la mitad del proceso, un empresario vecino le ofreció un trabajo de sereno en su obra en construcción, que duró 15 meses. Lo aceptó de inmediato, y convinimos en realizar sesiones de rodaje de 3 horas una vez por semana (para lo cual atravesaba la ciudad caminando, unas 2 ½ horas, sin el carrito). Buena parte de este rodaje de interiores se realizó en mi estudio. Además, visitamos dos domingos a Ramón con sus amigos. Con una excepción, todos sus amigos aceptaron participar en el corto. El lapso de rodaje se prolongó aproximadamente un año. El montaje y la post-producción insumió otro año. Obtuvimos 15 horas de filmación, y el corto dura 28 minutos.

Me preguntan acerca de mi agenda personal para tomar el tema artísticamente. En realidad, la mayor parte de mi trabajo como artista visual se refiere al cuerpo individual y social, según se manifiesta en la identidad, la violencia y el valor de lugares tales como la cama, la cocina, el hogar. El hogar y los lugares que albergan la intimidad, los sueños, las rutinas del cotidiano han sido centrales en mi obra artística de la última década. Me interesan sus objetos, los depositarios de la memoria, sus rincones, las formas de apego. El cuerpo es una parte importante de mi proceso de trabajo en un intento permanente por redefinir el lugar de la humanidad en un mundo políticamente infectado. Por eso diría que el trabajo en colaboración de este documental puede asociarse a mi agenda artística recurrente.

Como artistas, nuestra producción está determinada por nuestros sentimientos e intereses más profundos (sean sociales, políticos, intelectuales, estéticos, etc.) así como por nuestra propia postura en la vida. Me acerqué a Ramón Rojas movida por una preocupación por las personas sin techo, por alguien que prácticamente había perdido lo más intimo y valioso que tenemos los seres humanos: el derecho a la privacidad, la fantasía y, en consecuencia, la libertad individual, para todo lo cual el hogar o el refugio es absolutamente necesario; en otras palabras, empecé movida por un tema macro-social y terminé involucrada en el micro-universo de un individuo marginal que sin embargo tiene mucho que decir sobre la sociedad en la que vive/vivimos y nos hace pensar sobre nuestras propias elecciones de vida; sin embargo, nunca planeé ni pensé en el documental mismo como un statement social o político.

marosa.andreotti(ar)gmail.com